Relato: Luna de Granada de Indianred

¡Hola de nuevo corazones!


Aquí os dejo con el relato de Indianred de blog Yo nunca quise tener un blog. ¡Espero que os guste su relato! Me ha impactado, al principio me pensaba que era un relato taurino y no, ¡va en contra de la tauromaquia! :') ¡Bien! Bueno ¡Gracias por participar Indianred! ¡Suerte! ;3

Antonio Pérez Picante, “El Manchego”, vuelve para buscar el destino que esquivara aquella vez, hace tres años frente al Mariscal Negro. Fue un domingo dorado que se tiñó de púrpura cuando el Mariscal le hincó un cuerno, quebrándole una pierna y la carrera. Aún sangrando y con el hueso salido de las carnes continuó la corrida, hasta que el estoque enhebró el corazón y el toro cayó de bruces. Entonces, se miraron con una disculpa mutua palpitando en las pupilas, como diciendo:

—Son las reglas del juego, amigo, aquí se acaba para los dos.

Plantado sobre la arena, el Manchego contempla las gradas vacías invadidas por el crepúsculo. Sus músculos tensos empujan el traje de luces.

—¡Ole! –corean las voces en lontananza.

El torero yergue el mentón y roza con los dedos la montera oscura. La luna se ha encaramado en el cenit y tiende sus líneas de plata sobre la penumbra.

—¡Ole! –repiten, mientras su cuerpo se dobla en una chicuelina.

Gira como si flotara en el aire mismo y blande su capote bordado en oro. Se detiene para observar la figura que surge entre las sombras para plantársele enfrente. Es el Mariscal que regresa resoplando su nombre. No hay banderilleros ni picadores ni mozo de espadas. Antonio extiende el capote en una finísima gaonera. El toro no se mueve. El fragor de sus narices se desliza como una viscosidad gris hasta cubrir el suelo.

El Manchego siente que el temblor lo embarga desde los pies que empiezan a convertirse: un vello pálido le nace sobre la piel y los dedos se le aúnan en pezuñas. No teme. Se aferra al capote y, con un suspiro, consiente la transformación.

El minotauro y el toro se miran a los ojos sin medirse, como si volvieran a hablarse de pupila a pupila:

—Aquí empieza para los dos, amigo.

Lado a lado, trepan la escalera de luz de la luna de Granada, hacia el jardín blanco, donde toros y toreros danzan verónicas sin sangre.