miércoles, 5 de octubre de 2011

Relato de Mónica Sixx del blog Welcome to my world

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¡Hola corazones!


Hoy os dejo el relato que hace poco me ha enviado Mónica Sixx del blog Welcome to my world. ¡Espero que os guste! ¡Gracias por participar Mónica!¡Suerte! ;3



- ¡Hey John! ¿Me pasas esa partitura?
- ¡Claro Christina! ¿Nos vas a volver a tocar?
Sí, esa era yo. Christina, la chica a la que todos adoraban en el conservatorio. Todos los que allí íbamos, estábamos obsesionados con la música; a algunos les gustaba más cantar, a otros la guitarra o la orquesta… y yo, pues mi vocación era el piano. Me encanta ese instrumento desde que un día cualquiera cuando yo solo tenía 5 años, me senté frente al piano de casa de mi abuela y me llevé todo el día riendo mientras tocaba teclas al azar. Ahora lo hacía estupendamente, y a todos les encantaba. Sobre todo porque según mis compañeros, mi voz era muy bonita y acompañada con mi talento con el piano, podría hacer grandes cosas.
En cuestión de un par de minutos la gente de alrededor se acercó, y yo empecé a pasar mis dedos sobre las letras mientras reía. Todos callaron y sonrieron, mientras yo comenzaba a interpretar “Who Says”, de Selena Gomez. Todos decían que mi versión de muchas canciones era mejor que la original, pero yo no creía eso.
En casa, mi padre me esperaba con los brazos abiertos y una gigantesca sonrisa dibujada en la cara. Eso me hacía feliz. Mi familia no era perfecta, pues en mi casa sólo vivíamos mi padre y yo, pero solo eso bastaba para llevar una vida normal.
Aunque a veces, la echaba de menos. Mi madre murió cuando yo apenas tenía 10 años, y aquello me afectó bastante. Ahora a mis 16, supongo que lo tengo más que superado, pero siempre hay algún momento en el que una chica añora a su madre.
- Christina, voy a salir. ¿Sabes dónde están las sobras de la lasaña de ayer, no? –me gritaba mi padre desde el baño.
- ¡Sí! Tranquilo, papá.
- Que no se te olvide recogerlo todo, luego vienen las hormigas.
- Que sí, que no se me olvida.
- ¡Pero…!
- ¡Papá! Confía en mí.
En unos minutos, papá apareció por la puerta de mi habitación, y sin esperarlo me abrazó y me dijo:
- Confío en ti.
A lo que yo, le respondí con una amplia sonrisa.
- Volveré sobre las 2 de la madrugada, solo estaré unas 3 horas fuera.
- Vale, no pasará nada.
- Lo sé –y se despidió de mí dándome un beso en la frente.
Estupendo. Otro sábado noche sin salir. Podría tener toda la gente que quisiera en el conservatorio, pero mi vida social no era muy grande. Tenía un par de amigas, pero no solían salir a pasarlo bien por las noches. Tampoco lo necesitaba, solo que esta rutina ya cansaba demasiado. Para pasar el tiempo, decidí encender la televisión y mirar haber si echaban algo interesante.
Llevaba un rato allí sentada cuando sonó el timbre. ¿Quién sería a estas altas horas de la noche? Decidí acercarme y mirar por el ojillo, para averiguar quién era.
- ¿John? ¿Qué haces aquí? ¡Tú vives a 20 minutos en noche!
- Eh, no podía esperar. Escuché esta tarde en el conservatorio que tu padre a lo mejor salía esta noche, y decidí que esta era mi oportunidad.
- ¿Tu oportunidad para…?
No me dejó terminar la frase, John, un chico con el pelo larguillo, ojos verdes y por el que llevaba colada más de dos años, me agarró de la cintura y acercó sus labios a los míos, dejándolos a dos centímetros de distancia.
- Esto, esto tenía que decirte. Que te quiero.
Yo lo miraba con los ojos muy abiertos, respirando agitadamente y con la sensación de no poder hablar. Cuando John estuvo a punto de preguntar qué pasaba, no lo dudé un instante más. Le besé. Sí, lo conseguí.
Aquél beso duró cerca de un minuto, y fue una de las mejores experiencias que había vivido. Por un momento, no tenía preocupaciones en la cabeza, ni cosas que hacer, ni horarios, ni límites… Solo él, el chico al que amaba.
Cuando terminó, John sacó de su bolsillo una cajita, y dentro, contenía un colgante.
- Espero… que te guste. No es nada del otro mundo, es solo un medallón con una foto mía y un hueco al lado para que pongas a quien tú quieras, si no te gusta puedes dármelo, lo entenderé…
- ¡Qué dices!
Lo abracé. ¿Realmente estaba ocurriendo esto? Parecía como una especie de sueño increíble del que de un momento a otro, iba a despertar.
Lo miré a los ojos, sonriendo. Él hacía gestos graciosos como diciendo: “¿Qué?” De los que los dos nos reíamos.
Finalmente, lo volví a abrazar, y justo cuando más mariposas creía que había comido con la lasaña, le susurré al oído: Te quiero.

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